“No améis al mundo, ni las cosas que están
en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque
todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y
la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo
pasa y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. 1 Juan 2:15-17
Si alguna vez ocurre el debate sobre si es permisivo ser
devoto a Dios y a la vez participar de las mundanalidades, este pasaje bíblico
termina el debate diciendo: “Si alguno
ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Lo que hay en el mundo no
proviene del Padre, es pasajero”. El
amor del Padre no está en el que ama al mundo.
La carta de 1 de Juan hace manifiesto que la característica principal,
o la esencia del cristiano es el
amor. El amor abunda en el cristiano, que es el amor de Dios,
y se expresa hacia afuera. Entonces conviene
preguntarnos sobre qué tipo de amor abunda en nuestra vida. Si es el amor de Dios no sentiremos algún afecto,
algún arraigo a todo aquello que es temporal. No habrá tristeza en nuestra vida
al no tener mas allá de lo que necesitamos.
No habrá ansiedad por el querer anhelar la felicidad materialista. Si es el amor del Padre nuestros primeros
pensamientos, nuestros planes, se encaminarán hacia hacer la voluntad del
Padre.
Para la Meditación:
- Haz análisis de las cosas que has anhelado en este día y los días pasados. ¿Qué fueron esas cosas? ¿Asuntos cristianos? ¿asuntos mundanos?
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