Texto
Bíblico: Lucas 18:35-43
Comentario
Bíblico:
• El evangelio de hoy describe la
llegada de Jesús a Jericó. Es la última parada antes de la subida a Jerusalén,
donde se realiza el “éxodo” de Jesús según había anunciado en su
Transfiguración (Lc 9,31) y a lo largo de la caminada hasta Jerusalén (Lc 9,44;
18,31- 33).
• Lucas 18,35-37: El ciego sentado
junto al camino. “Cuando se acercaba a Jericó, estaba un ciego sentado junto al
camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le
informaron que pasaba Jesús”. En el evangelio de Marcos, el ciego se llama
Bartimeo (Mc 10,46). Al ser ciego, no podía participar en la procesión que
acompañaba a Jesús. En aquel tiempo, había muchos ciegos en Palestina, pues el
sol fuerte golpeando contra la tierra pedregosa emblanquecida hacía mucho daño
a los ojos sin protección.
• Lucas 18,38-39: El grito del
ciego y la reacción de la gente. “Entonces el ciego gritó: "Jesús, hijo de
David, ¡ten piedad de mí!" E invoca a Jesús usando el título de “Hijo de
David”. Las enseñanzas de aquella época enseñaban que el mesías sería de la
descendencia de David, “hijo de David”, mesías glorioso. A Jesús no le gustaba
este título. Citando el salmo mesiánico, él llegó a preguntar: “¿Cómo es que el
mesías puede ser hijo de David si hasta el mismo David le llama “mi Señor” (Lc
20,41-44) ? El grito del ciego incomodaba a la gente que acompañaba a Jesús.
Por esto, “Los que iban delante le increpaban para que se callara”. Ellos trataban
de acallar el grito, pero él gritaba mucho más fuerte: “¡Hijo de David, ten
compasión de mí!” Hoy también, el grito de los pobres incomoda la sociedad
establecida: migrantes, enfermos de SIDA, mendigos, refugiados, ¡tantos!
• Lucas 18,40-41: La reacción de
Jesús ante el grito del ciego. Y Jesús ¿qué hace? “Jesús se detuvo y mandó que
se lo trajeran”. Los que querían acallar el grito del pobre, ahora, a petición
de Jesús, se ven obligados a ayudar al pobre a que llegue hasta Jesús. El
evangelio de Marcos añade que el ciego dejó todo y se fue hasta Jesús. No tenía
mucho. Apenas un manto. Pero era lo que tenía para cubrir su cuerpo (cf. Es
22,25-26). Era su seguridad, ¡su tierra firme! Hoy también Jesús escucha el
grito de los pobres que a veces nosotros no queremos escuchar. Cuando se
acercó, le preguntó: “¿Qué quieres que te haga?” No basta gritar. ¡Hay que
saber porqué se grita! Él dijo: “¡Señor, que vea!”.
• Lucas 18,42-43: “Recobra tu
vista.” Jesús dice: "Recobra tu vista Tu fe te ha salvado. Y al instante
recobró la vista y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo,
alabó a Dios”. El ciego había invocado a Jesús con ideas no totalmente
correctas, pues el título de “Hijo de David” no era muy exacto. Pero él tiene
más fe en Jesús que en sus ideas sobre Jesús. Dio en el blanco. No expresa
exigencias como Pedro (Mc 8,32-33). Sabe entregar su vida aceptando a Jesús sin
imponer condiciones. La curación es el fruto de su fe en Jesús. Curado, sigue a
Jesús y sube con él a Jerusalén. De este modo, se vuelve discípulo, modelo para
todos nosotros que queremos “seguir a Jesús por el camino” hacia Jerusalén:
creer más en Jesús que en nuestras ideas sobre Jesús. En esta decisión de
caminar con Jesús está la fuente de valor y la semilla de la victoria sobre la
cruz. Pues la cruz no es una fatalidad, ni una exigencia de Dios. Es la
consecuencia del compromiso de Jesús, en obediencia al Padre, de servir a los
hermanos y no aceptar privilegios.
• La fe es una fuerza que
transforma a las personas. La Buena Nueva del Reino estaba escondida entre la
gente, escondida como el fuego bajo las cenizas de las observancias sin vida.
Jesús sopla sobre las cenizas y el fuego se enciende, el Reino aparece y la
gente se alegra. La condición es siempre la misma: creer en Jesús. La curación
del ciego aclara un aspecto muy importante de nuestra fe. A pesar de invocar a
Jesús con ideas no del todo correctas, el ciego tuvo fe y fue curado. Se
convirtió, lo dejó todo y siguió a Jesús por el camino del Calvario. La
comprensión total del seguimiento de Jesús no se obtiene por la instrucción
teórica, sino por el compromiso práctico, caminando con él por el camino del
servicio, desde Galilea hasta Jerusalén. Aquel que insiste en mantener la idea
de Pedro, esto es, del Mesías glorioso sin la cruz, no va a entender nada de
Jesús y no llegará nunca a tomar la actitud del verdadero discípulo. Aquel que
sabe creer en Jesús y se entrega (Lc 9,23-24), que acepta ser el último (Lc
22,26), beber el cáliz y cargar con su cruz (Mt 20,22; Mc 10,38), éste, al
igual que el ciego, aún teniendo las ideas no enteramente justas, “seguirá a
Jesús por el camino” (Lc 18,43). En esta certeza de caminar con Jesús está la
fuente de la audacia y la semilla de la victoria sobre la cruz.
Preguntas para la meditación:
• ¿Cómo veo y siento el grito de
los pobres: migrantes, negros, enfermos de SIDA, mendigos, refugiados, tantos?
• ¿Cómo es mi fe: me fijo más en las ideas
sobre Jesús o en Jesús?

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