Fuerzas en Dios

Isaías 40,25-31; Mateo 11,28-30

1. En nuestra vida las dificultades nos vienen a veces de fuera. Y otras muchas veces, de dentro: el cansancio, la desilusión, la desorientación.
Las dos lecturas de hoy nos hablan de los que están cansados, y tanto el profeta como Jesús nos aseguran que Dios quiere ayudar a los desfallecidos comunicándoles su fuerza.
Podría haber una duda: Dios es todopoderoso, eterno y creador de los confines del orbe. ¿A quién le podemos comparar? Por tanto, podríamos pensar que, perfecto en su omnipotencia, seguramente estará muy lejano. El pueblo de Israel tiene la tentación de pensar: «mi suerte está oculta al Señor, mi Dios ignora mi causa».
Pero el profeta nos dice lo contrario: Dios está cerca, nos conoce, no ignora nuestros problemas. Está siempre dispuesto a dar fuerza a los débiles y a los cansados. Incluso los jóvenes quedan a veces rendidos, y los guerreros tropiezan y caen: pero el que se fía de Dios renueva sus fuerzas, le nacen alas como de águila, y podrá correr sin cansarse, y marchar sin fatigarse.
Esta imagen la completa poéticamente el salmo: Dios se preocupa de los suyos, perdona, cura, rescata de la fosa, está lleno de gracia y ternura. En este salmo encontramos una de las mejores definiciones de Dios que se repite en el A.T.: «el Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia».

2 Pero la cercanía de Dios ha quedado todavía más manifiesta en Cristo Jesús: una cercanía llena de misericordia y comprensión, como en el anuncio del profeta.
Las palabras de Jesús son un pregón de esperanza: «venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré». Es el aspecto principal de la figura de Jesús. Hace milagros, predica maravillosamente,>anuncia el Reino: pero sobre todo atiende a los que sufren, a los desorientados, a los que buscan, a los pobres y débiles, a los pecadores y marginados de la sociedad. Tiene buen corazón. Quiere liberar a todos de sus males. Nunca pasa al lado de una persona que sufre sin atenderla. «Venid a mí, yo os aliviaré».
Es lo suyo: libera de angustias y da confianza para vivir. Ofrece paz y serenidad a los que han sido zarandeados de cualquier manera por la vida. A él le tuvo que ayudar un día el Cireneo a llevar la cruz. Pero él había ayudado y sigue ayudando a otros muchos a cargar con la cruz que les ha tocado llevar.

3. a) Quién más quién menos, todos andamos un poco agobiados por la vida. Somos débiles y sentimos el cansancio de tantas cosas como llevamos entre manos. La enfermedad del «estrés» es la que más caracteriza al hombre moderno, juntamente con la soledad y la desorientación. Y además nos sentimos muchas veces bloqueados por el pesimismo, el materialismo, la búsqueda de la comodidad, la intransigencia, los rencores, las pasiones, la sensualidad.
El Adviento nos invita a no dudar nunca de Dios. Nos hace el anuncio cargado de confianza: Cristo Jesús vino y sigue viniendo a nuestra historia para curarnos y fortalecernos, para liberarnos de miedos y esclavitudes, de agobios y angustias. No nos sucederán milagros. Pero si de veras acudimos a él, siguiendo su invitación, encontraremos paz interior y serenidad, y fuerza para seguir caminando.
El Adviento es escuela de esperanza y espacio de paz interior. Porque Dios es un Dios que siempre viene, en Cristo Jesús, y está cerca de nosotros y conoce nuestra debilidad.
b) Esta imagen amorosa de Cristo debería ser también la que ofreciera a todos la Iglesia, su comunidad, o sea, cada uno de nosotros. Este tiempo de Adviento nos invita a que seamos personas que abrazan, que al dolor o a la búsqueda de las personas no responden con legalismos y exigencias, sino con comprensión; personas que infunden paz y regalan ánimos a tantos y tantos que están desfallecidos por el camino; testigos y heraldos de esperanza, que es lo que más falta hace a este mundo.
En los tiempos actuales, tal vez más que nunca, existe vacío de Dios, poca unidad y armonía en la propia existencia, huida hacia las soluciones más inmediatas y fáciles, olvido de la Buena Noticia de que en Cristo Jesús tenemos la verdadera alegría y la respuesta de Dios a todas nuestras preguntas. Nosotros, los cristianos, deberíamos ser los instrumentos de los que Dios se sirve hoy para infundir más armonía y paz a las personas, recordando nosotros mismos y siendo luego pregoneros para los demás del gran acontecimiento que celebramos, la presencia de Dios en nuestra vida.

El Adviento no es sólo poesía. Es compromiso de colaboración con el Dios liberador que no quiere esclavitud ni ceguera ni sufrimiento en el mundo.

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