Impregnar Vanidad

Leyendo:
Texto Bíblico: “Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado”. Marcos 1:7

Es tentador, como sucede en todas las cosas, sentir el orgullo cuando los planes suceden tal como se planean. El músico que practica diariamente y realiza una excelente ejecución de su instrumento en el día del recital se alegrará debido a que él es un buen músico y quizás tendrá aires de grandeza. El político de las elecciones estará de orgullo de sí mismo y tendrá aires de ser superior. Será entonces normal en este año cuando todos los planes en nuestra iglesia vayan resultando el sentirnos orgullosos y creernos que somos la única iglesia que está haciendo la obra del Señor. Sentiremos que somos los mejores predicadores. Sentiremos que somos los mejores músicos, los mejores maestros de Biblia, los mejores evangelizadores, los mejores organizadores. En mi tiempo de juventud competíamos con los demás grupos de alabanzas de otras iglesias por ser quienes cantan en nuestras congregaciones las últimas canciones de moda.       
Sin embargo, el modelo Juan el Bautista no solo nos invita a predicar el mensaje de arrepentimiento, sino también nos invita a predicar humildad. Nos invita a que nuestro mensaje indique claramente que nosotros no somos los poderosos sino uno (Jesús) de que quien no somos dignos ni de ser sus sirvientes.  Un religioso lleva a alguien a conocer el lugar donde el pasa horas en meditación. Era un lugar sencillo donde había un lugar para arrodillarse nada más. El comentaba que ese lugar había sido construido hace muchas décadas atrás, pero si alguien busca alguna placa que diga el nombre del quien lo construyo no lo encontraría. La razón del porque no hay una placa es porque el constructor quería que este lugar fuera tan sagrado que poner su nombre en algún lugar implicaría impregnar vanidad. El añadió: “Nosotros sabemos quién lo hizo porque conocimos al constructor pero generaciones que vengan no sabrán, solo se encontraran con un lugar quieto para orar.”
He visto, a lo largo de mi vida, a personas enojadas con su pastor y con su iglesia. La razón es porque en el informe pastoral se les olvidó mencionar su nombre como los que “evangelizaron” más. Una mujer se cambió de iglesia porque un Domingo el pastor olvidó mencionar en los avisos que ella había llevado las flores en el altar.  El modelo de Juan el Bautista nos enseña a predicar la humildad e incluso que nuestro nombre quedé en el olvido.

Meditando
·    ¿Qué sucede en mí cuando alguien a quien llevamos a los pies de Cristo olvida en su testimonio mencionarte? 
·    ¿Es para mí una necesidad recibir la alabanza de lo que hago en los ministerios que Dios me encomendó?
Orando
·    Para orar el texto del día de hoy podríamos añadir alguna confesión sobre si hemos añorado el aplauso y pedir a Dios de su gracia para ser humildes.

Contemplando 
·    En silencio vuelve a recordar en tus propias palabras el texto bíblico. Recuerda la reflexión y tu tiempo de meditación. Repite una vez más tu oración en silencio. Interioriza todo en tu corazón.
·    Escribe lo que contemplas: ¿cómo eres consolado? ¿Cómo has recibido luz para entender? ¿Ha recibido fuerzas para tomar alguna decisión?
Actuando
·    ¿Que podrás hacer de diferente el día hoy en conformidad con lo que acabas de leer, meditar, orar y contemplar? 

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