No temais (Juan 6:16-21)

Este pasaje , en la descripción que hace Juan, es una perfecta metáfora o ilustración de lo que consiste la vida. Pues la vida no consiste solo en momentos tranquilos. Sino que consiste en “travesías” donde el miedo puede ser nuestro único pensamiento.
Un panorama triste de la vida son las enfermedades. La travesía en la enfermedad no solo la vive el enfermo sino también los acompañantes del enfermo.   La enfermedad no se puede posponer, se tiene que enfrentar.  Algunos tienen enfermedades tan difíciles incluso incurables pero aun así los observas yendo al quirófano con la esperanza de sanar. Los observas  yendo a realizarse mas estudios con la esperanza de sanar.
Los conflictos familiares son también asuntos que no se pueden posponer. Se tienen que enfrentar porque no se puede vivir en una familia disfuncional.   Los padres hablan una y otra vez con el hijo que insiste en desobedecer y hacer lo que se le venga en gana creyendo que su propio criterio esta bien.   La esposa insiste a su marido que la ame. El marido insiste en pedir respeto en su propia casa.
Los conflictos internos son también parte en lo que luchamos día a día. Puesto que no queremos ser infelices, amargados, obstinados.  Queremos ser diferentes, queremos ser mejores.  No queremos caer en la corriente del pecado. No estar en los mismos conflictos donde la culpa nos invade. !Queremos tener victoria!       Y nos encaminamos  en la oración.  Nos hacemos propósitos para ayunar.  ¡Y la tormenta de nuestra debilidad aumenta invitándonos a caer!
Como cristianos podemos comprender muy bien estas “travesías de la vida” y podemos encontrar en este pasaje aliento a nuestras vidas.
Los detalles que nos muestra Juan  son fáciles de entender.  El mar siempre ha significado peligro ya que es inestable,  ingobernable.  Y aunado a las tormentas la situación entonces se convierte en una asunto  de vida o muerte.  Juan describe a los discípulos navegando en ese mar inquieto.   Un mar  con tormentas donde los peores miedos invaden.    Y en ese temor aparece para ellos un fantasma.  Un poeta expresa que los remos de la barca eran los miedos de los discípulos.    El cuadro trágico estaba completo. Sin embargo este cuadro nos invita a recordar el Génesis de la creación.   Donde la tierra estaba desordenada y vacía y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas. Y lo que dio orden  a ese mundo lleno de caos fue precisamente la voz de Dios.
Así en Juan la voz de Dios fue que calmo la tormenta interna que vivían los discípulos. El Yo soy que infunde confianza fue el que los hizo volver a la vida. El que los llevo a un nuevo nacimiento. Y la travesía que al parecer era “eterna” llego a su fin inmediatamente.
Y eso es precisamente lo que necesitamos hoy de Dios. Que Dios calme nuestras tormentas. Que se suba a la barca de nuestra vida. Que sea su presencia, su voz el que ordene nuestras vidas. Que hable a nuestros oídos  y nos diga: “Yo soy: No temais”.

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