Texto
Bíblico:
Lucas 14:15-24
Comentario
Bíblico:
• El evangelio de hoy sigue la
reflexión alrededor de asuntos enlazados con la comida y las invitaciones.
Jesús cuenta la a parábola del banquete. Mucha gente ha sido invitada, pero la
mayoría no acudió. El dueño de la fiesta se indigna viendo que los convidados
no acuden y manda llamar a los pobres, a los lisiados, a los ciegos, a los
cojos. Pero sigue habiendo sitio. Entonces el dueño manda convidar a todo el
mundo, hasta que la casa queda llena. Esta parábola es una luz para las
comunidades del tiempo de Lucas.
• En las comunidades del tiempo de
Lucas había cristianos, venidos del judaísmo y cristianos venidos de los
paganos. A pesar de las diferencias de raza, clase y género, ellos tenían un
gran ideal, basado en el compartir y en la comunión (Hec 2,42; 4,32; 5,12).
Pero había muchas dificultades, pues los judíos tenían normas de pureza legal
que les impedían comer con los paganos. Y hasta después de haber entrado en la
comunidad cristiana, algunos de ellos guardan la antigua costumbre de no sentarse
con los paganos alrededor de la misma mesa. Así, Pedro tuvo conflictos en la
comunidad de Jerusalén, por haber entrado en casa de Cornelio, un pagano y
haber comido con él (Hec 11,3). En vista de esta problemática de las
comunidades, Lucas guarda una serie de palabras de Jesús respecto a la comunión
alrededor de la mesa (Lc 14,1-24). La parábola que aquí meditamos es un retrato
de lo que estaba aconteciendo en las comunidades.
• Lucas 14,15: Dichoso el que pueda
comer en el Reino de Dios. Jesús había terminado de contar dos parábolas: una
sobre la elección de los lugares (Lc 14,7-11), y la otra sobre la elección de
los invitados (Lc 14,12-14). Al oír estas parábolas, alguien que estaba en la
mesa con Jesús tiene que haber percibido el alcance de la enseñanza de Jesús y
dice: "¡Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios!". Los judíos
comparaban el tiempo futuro del Mesías a un banquete, marcado por la hartura,
la gratitud y la comunión (Is 25,6; 55,1-2; Sal 22,27). El hambre, la pobreza y
la carestía hacían que el pueblo tuviera esperanza de cara al futuro. La
esperanza de los bienes mesiánicos, comúnmente experimentada en los banquetes,
se proyectaba para el final de los tiempos.
• Lucas 14,16-20: El gran banquete
está listo. Jesús responde con una parábola. "Un hombre dio una gran cena
y convidó a muchos". Pero los deberes de cada cual impiden a los invitados
a que acepten la invitación. El primero dice: “He comprado un campo. ¡Tengo que
ir a verlo!” El segundo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a
probarlas”. El tercero: “Me casé. No puedo ir”. Dentro de las normas y de las
costumbres de la época, aquellas personas tenían derecho a no aceptar la
invitación (cf. Dt 20,5-7).
• Lucas 14,21-22: El banquete
permanece de pie. El dueño de la fiesta queda indignado con las excusas. En el
fondo, quien se indigna es Jesús mismo, pues las normas de estricta observancia
de la ley reducían el espacio para que la gente pudiera vivir gratuitamente un
banquete amigo que engendraba fraternidad y compartir. Allí, el dueño de la
fiesta manda los empleados a que inviten a los pobres, a los ciegos, a los
cojos, a los lisiados. Los que, normalmente, eran excluidos como impuros, ahora
son invitados a sentarse en torno a la mesa del banquete.
• Lucas 14,23-24: Todavía hay
sitio. La sala no se llenó. Había sitio todavía. Entonces, el dueño de la casa
manda invitar a los que andan por los caminos. Son los paganos. Ellos también
son invitados a sentarse en torno a la mesa. Así, en el banquete de la parábola
de Jesús, se sientan juntos a la misma mesa, judíos y paganos. En el tiempo de
Lucas había muchos problemas que impedían la realización de este ideal de la
mesa común. Por medio de la parábola, Lucas muestra que la práctica de la
comunión de la mesa venía de Jesús mismo.
Después de la destrucción de
Jerusalén, en el año 70, los fariseos asumieron el liderazgo en las sinagogas,
exigiendo el cumplimiento rígido de las normas que lo identificaban como pueblo
judío. Los judíos que se convertían al cristianismo eran considerados como una
amenaza, pues derribaban los muros que separaban Israel de los demás pueblos.
Los fariseos trataban de obligarlos a abandonar la fe en Jesús. Todo esto
producía una lenta y paulatina separación entre judíos y cristianos y era fuente
de mucho sufrimiento, sobre todo para los judíos convertidos (Rom 9,1-5). En la
parábola, Lucas deja bien claro que estos judíos convertidos no son infieles a
su pueblo. ¡Es lo contrario! Son los invitados que aceptaron ir al banquete.
Son los verdaderos continuadores de Israel. Infieles fueron quienes no
aceptaron la invitación y no quisieron reconocer en Jesús al Mesías (Lc 22,66;
Hec 13,27).
Preguntas
para la meditación:
• ¿Cuáles son las personas que
generalmente son invitadas y cuáles no son invitadas a nuestras fiestas?
• ¿Cuáles son los motivos que
limitan hoy la participación de las personas en la sociedad y en la Iglesia? Y
¿cuáles son los motivos que algunos alegan para excluirse de la comunidad? ¿Son
motivos justos?
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